Parque Nacional Conguillio Feat. Machu y amigos.

¿Cómo un viaje a tomar fotos durante 7 días a Conguillío se transformó en sólo 2? Simple, naturaleza.
Uno de mis primeros viajes exclusivamente a tomar fotografías tuvo como destino el Parque Nacional Conguillío, todo gracias a un fantástico ser que conocí muy de casualidad, me refiero al grande de Eduardo Machuca, el Machu. Si bien no recuerdo cómo se dio exactamente la buena onda entre ambos, los Molles fue el lugar que nos presentó, demostrando ser este lugar una vez más, un espacio tan especial para mi. Lo conocí a través de mi gran amigo Voltaire, ambos fueron compañeros de Universidad años atrás y ahora volvían a contactarse para bucear. Machu estaba en busca de un filemaker y yo quería comenzar con dicha carrera, así que estuvimos hablando largo rato sobre eso. Tiempo después recibí un llamado de él para unirme a un viaje que realizaría hacia el sur junto a dos amigos más, obviamente acepté. Aquí comenzó la travesía hacia Conguillío.
Partimos el viaje con muchas ideas planificadas, calendarizando los lugares para que alcancemos a recorrer el parque completo e incluso, descansar un buen rato. Hicimos una parada en Pucón para suministros y emprendimos el viaje al parque directamente. En estos momentos se me presentó mi primer desafío, ocupar una nueva cámara para mi, la Sony a6300. Nueva cámara y nueva marca, algo totalmente nuevo porque ven de la Nikon 810, de la cual sufrí el robo mientras trabajaba con ella. Fue duro acostumbrarme a la cámara, sobre todo a la rapidez con la que tenía que tomar fotografías, ya que me daba vergüenza decir a cada momento que paráramos y tener que modificar todo, también teniendo presente en ese tiempo, el ego fotográfico de usar la cámara solamente en modo manual, una estupidez hoy en día. Llegamos a Conguillío y todo fue hermoso, día soleado, todo despejado, nada de gente, excelente momento en primavera y un gran equipo que apañaba a todo. Inmediatamente fuimos a conocer el lugar donde partiríamos tomando fotos al amanecer del día siguiente. Me pareció maravilloso, un espectáculo en donde me tuve que detener si o si a hacer algunas fotos. Es difícil explicar esa sensación que tengo a veces, es como tomar muchas tazas de café rápidamente, tengo la necesidad de fotografiar, es incluso hasta incómodo sentir eso, todo lo que quiero es estar con mi cámara y capturar todo lo que mi ojo ve, y sumemos que estaba con juguete nuevo.
Una vez terminamos de ver y revisar la locación, fuimos a armar el camping. Ya al otro día pudimos captar el amanecer maravilloso y nos quedó día para fotografiar. En la noche nos escapamos a capturar las estrellas mezcladas con araucarias, porque lugar donde miráramos había un bosque de ellas. Al otro día seguíamos nuestra planificación y subíamos al mirador Sierra Nevada. Una caminata sencilla pero fabulosa, creo que fui más disfrutando que sacando fotos, cosa que mucho tiempo después descubrí que me encanta. Bajamos a oscuras con la adrenalina a tope, cuidándonos de todas esas raíces y ramas del camino, huyendo del frío nocturno y esperando no tropezar para no dañar los equipos. Llegamos a nuestro camping felices y pensando en lo que vendría.
Era el tercer día y nos despierta una lluvia infernal, la misma que decía sería una garuga, pero no, el sur siendo el sur. Salimos de la carpa y vimos como los campamentos de los lados se inundaban excepto el de nosotros. Estuvimos esperando dentro de la carpa mientras bebíamos café para que se detuviera un momento, pero eso nunca llegó. Jamás había estado bajo tanta agua, personalmente no lo podía creer, iba al baño y quedara totalmente mojado. Ahí fue el momento en que uno de nosotros dijo: nos tenemos que ir. Rápidamente desarmamos la carpa y nos subimos al auto, nadie quería salir del parque, fue tanto que nos refugiamos unos minutos en un lugar para ver si algo pasaba, nada. Visitamos un hermoso sitio llamado La Baita Conguillío donde paramos a desayunar y sacar nuestros zapatos con las esperanzas que nos digan que era normal y que pasaría en un par de horas, falsas ilusiones.
Llegamos a Pucón, donde la familia del Machu tenía un pequeño departamento. Ahí nos hospedamos para pasar la noche. Al otro día era todo igual, no paraba de llover ni por un minuto. El pronóstico pasó de marcar soleado por una semana a decir que no sabían cuando se detendría la lluvia. Mi primer viaje duraría muy poco, mi desilusión fue tremenda al botar la planificación, aquí aprendí que todo puede cambiar de un minuto a otro y el saber decir chao. De vuelta en ese bus pensaba en que no quería volver a mi casa, quería seguir caminando en lugares hermosos y fotografiarlos. Estaba más cansado, más hediondo, más hambriento pero demasiado satisfecho. Aquí nació una nueva obsesión, aunque no comprendía de qué tipo de obsesión sería.

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